Llama
2
“La noche baña
la ciudad… El sonido es acunado con el silencio y la gente duerme en su hogar,
refugiándose en sus vergüenzas. Todos acatan el mundo que les rodea, pero algo
no funciona. Con tinta y en este pergamino, escribo bajo la luz de la luna, unas
líneas que podrían costarme la cabeza. Mi mundo se derrumba, leo libros
sabiendo que está prohibido, redacto palabras sabiendo que pueden matarme por
el simple hecho de decir lo que pienso… Con las pocas personas que podía
compartir estas palabras, han muerto una tras otra, durante estos días… Sólo
quedo vivo yo…”
Un ruido
irrumpió en la noche. El sonido de madera seca, crujiendo bajo los pasos de una
persona alertaron a Shen, que se encontraba escribiendo estas líneas en un
pergamino. Al escucharlos giró su rostro hacía la puerta. Sin pensarlo dos
veces sopló el cirio para extinguir el fuego, y en consecuencia la luz, agarró
el libro y se acurrucó en su cama cubriéndose con una tela su cuerpo y aferrándose
al libro. La puerta gimió, al colocar un desconocido sus manos en ella.
El corazón de
Shen latía muy rápido, sus brazos temblaban ante la duda de saber quién se hallaba
tras la puerta. ¿Habría atraído la luz al guardia de la ciudad? Con solo
pensarlo su cuerpo se atenazaba y se bañaba en terror. Unos golpes sonaron con
insistencia en la puerta, su respiración se entrecortaba ¿También lo iban a
asesinar a él tal y como habían hecho con sus amigos? El sudor nació de su piel
y empezó a respirar de forma forzada.
Cuando de nuevo los golpes sonaron más tenaces.
-Shen, ¿estás
ahí? He visto luz dentro… ¿Sigues teniendo insomnio? – dijo una voz dulce, pero
a la vez preocupada -.
Tras escuchar
dichas palabras, Shen se alzó de su cama con prisa, cogió el libro y lo ocultó
dentro de una esfera. Con la respiración acelerada, cruzó la sala a oscuras y
abrió la puerta con desespero, y observó a Iría, una amiga; que se hallaba en
la puerta.
- ¿Qué haces
aquí? Está prohibido salir a la calle una vez cae el sol, te mataran si te
encuentra el guardia.
- Lo se, pero
parece que el guardián esta hacia guardia por la otra zona de ahora. Y como vi
la luz de tu ventana me preocupé, últimamente duermes muy mal y estas mas
flaco, has perdido peso, debes cuidarte…
- Tan sólo necesito estar a solas, márchate,
este no es el momento. - dijo con la voz asustada y entrecortada -.
- De acuerdo -
respondió con calma, como si no se percatara del terror que sentía su amigo, le
beso la mejilla -. Sabes donde estoy si necesitas algo. –Le susurro al oído y
se marcho-.
Shen cerró la
puerta con brusquedad, como si fuera perdiendo la humanidad que le quedaba,
desesperado por la duda. ¿Qué ocurría en verdad a su alrededor? Camino
lentamente, perdiéndose en sus pensamientos, a veces sentía como si una vez le susurrasen.
¿Se estaba volviendo loco? Dejó caer su cuerpo sobre la cama, cerró los ojos y
esperó a que el sueño llamase a su ser.
La noche pasó
deprisa, como una estrella fugaz que surca el cielo estrellado. Se levantó de
golpe y observó la luz del sol penetrar en su hogar por la ventana. Su casa era
humilde. Tan sólo poseía una sala, la cama se ubicaba al final, delante hacia
la izquierda una pequeña mesa con velas
y una silla, en la derecha tenía alimentos: desde algo de pan, jarras de
agua y verduras.
Se levantó con
calma como si su cuerpo pesara, con una mirada perdida llena de cansancio, como
si no hubiera descansado por la noche. Se cambió de ropa, colocándose una
camisa blanca de manga larga, un pantalón marrón lleno de cortes, estaba
desgastado por el tiempo y unas botas de herrero. Salió de casa con destino su
trabajo.
Surcó la áspera
tierra, con un tímido amanecer sobre las lejanas montañas. El viento que lo
rodeaba y el aroma del despertar de las flores al alba no llegan a transmitirle
nada, pese a que sentía inquietud por conocer como lo sentiría. Su mirada
estaba cansada, demasiadas cosas perturbaban su cabeza.
La gente que
le rodeaba en la calle seguía un mismo rumbo, dejándose guiar por sus piernas,
como un ser incrustado en una sociedad que estaba enferma, pese a que nadie se
percataba. Ejecuciones en la plaza, robos, violaciones, maltrato animal y violencia
de género, opresión por parte del guardia… Pero parecía que a nadie le importasen
estas cosas. “¿Por qué sólo a mi se me revolvía
el alma de rabia al pensar en esas cosas y el resto de la sociedad simplemente
gira la cabeza?” Eran las palabras que golpeaban su conciencia, día tras día,
segundo tras segundo… “¿A caso el mundo no es como observamos? ¿Habrá algo
mas?”
Shen se paró
en seco, volteó su rostro y observó su herrería. Varias espadas y escudos se
observaban desde el exterior. Con gran desagrado entró y empezó a prepararse.
Al fondo se observaba una caldera muy antigua, con grandes marcas del tiempo en
ella. Un poco mas a la derecha, se ubicaban varios troncos, cogió una de sus
espadas; era de filo negro, muy extraña, tanto de apariencia como de uso. Cortaba
dichos troncos mejor que las hachas que tenía. Con agua y unos trapos sucios
limpiaba la mesa donde atendía sus clientes. Allí tenía un reloj de arena, varios
pergaminos y plumas con tinta. Mientras, quitaba la humedad de la noche en el
filo de las armas y en sus escudos.
El día pasaba,
y nadie entró a lo largo de la mañana. Por
la tarde, observaba la gente pasar; nadie se paraba, ni siquiera a mirar hacia
donde estaba su herrería. Se sentía perdido, vacío, observando dicha
desolación.
La muerte de
sus amigos, y el continuo silencio a lo largo del día le torturaban. Observaba
el sol y cada segundo le parecían siglos. Sentía como si el mundo se derrumbara
a sus pies. Como si estuviera cayendo en un abismo sin fin y donde gritaba,
pero nadie lo podía escuchar. Se giró bruscamente, lleno de confusión. Observó
ligeramente el reloj de arena que se situaba en su mesa pero, no le dio
importancia. Con intriga volvió a observarlo… Y se percató… La arena estaba
suspendida en el aire. Un frio aterrador recorrió su piel y sintió como una
garra helada recorría su espalda y llegaba a su cuello. Estaba aterrado y de
golpe unos toques sutiles a la puerta le hicieron volver a la realidad.
- Perdone, ¿es
el herrero, Shen? - Un cliente, pensó. Llenó su rostro con una gran sonrisa y
se giró a saludarle.
-Ho…- No llegó
a terminar el saludo, su cara se quedó a cuadros ante la apariencia de la
persona que acababa de entrar -.
- Lo siento si
le asusta mi ropaje, pero nunca me intereso por lo que pensara la gente de mí.
El recién
llegado tenía una apariencia que nunca antes habían observado los ojos de Shen.
Pues, el reino obligaba a todos los hombres y mujeres a vestir de una forma
pareja dentro de unas directrices. Este ser, las quebrantaba todas. Su rostro
estaba prácticamente tapado por una capucha, anclada en una túnica oscura que
le cubría hasta los pies junto a una gabardina, con una textura extraña pues
parecía como si su ropa estuviera
formada por llamas negras. La poca piel que se le observaba estaba cubierta por
unos vendajes, adornados con unas letras extrañas de color negro, su rostro
estaba parcialmente cubierto, también, por dichas vendas excepto su ojo
izquierdo, un ojo con mirada seria, imponía respeto y plasmaba una gran sabiduría.
Si se observaba detenidamente su ojo, en el centro de su pupila se observaba
una esfera morada y en su marrón iris se observaban cuatro figuras, parecían cuatro
dragones en forma de uróboros, mordiéndose con su boca el rabo. Al observarle detenidamente,
sintió pánico, ¿era este el hombre que había matado a sus amigos?
- Tranquilo,
yo no les mate y no preguntes como lo sé. Simplemente, sé leer el alma de la
gente, pues tus ojos muestran la verdad y el lenguaje de tu corazón.
- ¿Qué desea?
- Hombre
educado, hablando de usted. No hace falta que me trate de usted. He vivido
entre tinieblas y dolor. No es conveniente que me hables así.
- ¿Qué
quieres?
- Pareces un
cachorro asustado. Lo único que quiero es darte un obsequio, por despertar la
curiosidad y la conciencia de tu alma. Nadie en esta sociedad controlada por
demonios la despierta y el que lo hace es asesinado, sois sus esclavos… Como
tus amigos... Aunque no debería decirte tanto, aún no debes de estar preparado
para afrontar la verdad.
- ¿Qué verdad?
¿Esclavos? ¿Quién les mato? ¿El guardia? ¿De qué hablas?
- Respira
pequeño. Todo debe ser revelado a su debido tiempo. Sólo debes saber que al
caer el sol del mañana vendrán a matarte. Ya has sido eliminado de la sociedad,
has sido marcado, por eso para la gente de la calle no existe tu herrería. El
mundo que está puesto ante tus ojos sacia tus sentidos, tus necesidades como
ser, pero… No sacia ni despierta lo que en verdad eres...
- ¿Qué soy? ¡¿Que
dices?! - Cogió con rabia una de sus espadas y la empuño para sentirse
protegido.
- Humanos… Ya
te lo he dicho, eres un esclavo… No debería contarte esto hasta que completes
tu primera liberación…
- ¡Cállate!
Shen gritó, y
se lanzó a atacar a aquel misterioso ser. Antes que se percatase notó una garra
en su garganta y con una fuerza desmedida lo ancló en la pared. El movimiento
que hizo el hombre encapuchado fue imposible de ser percibido por los ojos de Shen,
que se encontraba aterrado. Le costaba respirar y con una vista aturdida
intentaba observarle. Trataba de moverse, pero le sujetaba con demasiada fuerza,
colocó sus manos sobre las de él para intentar escapar, pero era inútil, ni con
la fuerza de sus dos manos era capaz, ni tan siquiera, de inmutarle… “¿Qué era
ese hombre? ¿De qué iba todo lo que hablaba? ¿Era ese el hombre que mató a sus
amigos o en verdad era el hombre de aquella ancestral leyenda?”
- Relájate
chico, no vengo a hacerte nada malo.
- Por ahora no
lo parece.
- Con tus
amigos escuchaste una leyenda, una forma de vivir y de creer… Esa leyenda pasó
hace siglos, y las leyendas vuelven a renacer tarde o temprano. En el libro que
te dieron, donde narras lo que piensas, esta escrita dicha leyenda… Yo soy uno
de ellos, soy uno de aquellos Juglares de fuego y si quieres saber la verdad
del mundo tendrás que caminar por el sendero del oeste, aquel que se pierde
entre las montañas.
- Si esa
leyenda sucedió hace tanto es imposible que sigas vivo… Ese sendero, esta
maldito, el que camina por él acaba perdido.
- Perdidos porque
no conocen lo que son en verdad, se pierden dentro de su corazón, no en ese
camino… Perdona por lo que vas a sentir.
- ¿Qué?
El juglar alzó
la mano que tenía libre, la yema de los dedos empezaron a arder con fuego morado,
Shen gritaba y sentía una energía que emanaba odio y desprecio, puro terror. Le golpeó justo en la parte donde se encuentra
el corazón. Del impacto, toda la sala se llenó de unas escalofriantes llamas
como las de sus yemas, llamas que recorrían la piel del juglar y por los dedos
penetraban en su corazón. Shen quería gritar, pero la voz no salía de su
garganta, buscaba algo pero no hallaba nada, no se percataba de ningún sonido, ninguna
sensación, era como si estuviese muerto. El encapuchado acercó su rostro al oído
del herrero y le susurro.
- Mi
nombre es Erg… Erg Alucwoll… Un placer de conocerte.